THIBER en Atena Digital: A vueltas con nuestra «hora Snowden»

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Durante el pasado mes de mayo, el excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense, Edward Snowden, filtró a Glenn Greenwald, periodista de The Guardian, más de 20.000 documentos sensibles o clasificados que previamente había sustraído de los servidores de la NSA. Esta filtración no solo inquietó al gobierno estadounidense, sino que también puso en alerta a muchos aliados del país e irritó al resto de la comunidad internacional.

A mediados de agosto, tres meses después de iniciarse la publicación de los documentos filtrados por Snowden, el Ministerio de Asuntos Exteriores de nuestro país, imitando al grueso de nuestros aliados, solicitó a la embajada estadounidense en Madrid, por aquel entonces sin embajador en plaza, aclaraciones sobre si España había sido espiada o no por Washington. El encargado de negocios de la embajada estadounidense comunicó al subdirector para América del Norte del Ministerio de Asuntos Exteriores que haría lo posible para facilitar estas «ansiadas» aclaraciones. A fecha de hoy, en el Palacio de Santa Cruz todavía las están esperando.

A finales del pasado mes de septiembre, Glenn Greenwald informó de que en breve serían dados a conocer los datos que evidenciaban el espionaje de la NSA sobre Francia y España.

A finales de octubre, en Francia se consumaba su «hora Snowden». El rotativo Le Monde publicaba que la NSA había recopilado información de más de setenta millones de llamadas telefónicas en suelo francés. ¿La reacción del gobierno Hollande? La previsible. Sorpresa fingida, indignación simulada y llamada a consultas al embajador estadounidense en París.

Al conocer lo sucedido en Francia, el ministro Margallo declaró que al gobierno «no le consta» que Estados Unidos hayan espiado a/en nuestro país. Pocos días después, algunos miembros del gobierno reconocían el espionaje pero lo encuadraban en la época del gobierno Zapatero. Y un día después, el gobierno llamaba a consultas al embajador Costos al considerar inadmisible la posibilidad de que un aliado como Estados Unidos pudiera estar espiando a otro aliado como España, algo que de probarse, podría suponer según Margallo una «ruptura de confianza» entre ambos países. No obstante, esta llamada llevaba asociado el reconocimiento implícito – aunque imposible de probar con los medios existentes – del espionaje por parte de nuestro gobierno.

El pasado 30 de octubre, siguiendo la lógica de los acontecimientos y calentando la llamada al embajador Costos, los principales periódicos nacionales informaban de que sesenta millones de llamadas – representando un 1’8% del total de comunicaciones del país – fueron interceptadas en España entre finales de 2012 y principios de 2013. Además, el diario El Mundo revelaba en exclusiva la cooperación existente entre la NSA estadounidense y el CNI español en materia de inteligencia criptológica, indicando además que España podría haber proporcionado a Estados Unidos información de las comunicaciones telefónicas y de Internet para que la NSA se encargara de su procesamiento, filtrado y conversión en inteligencia.

Finalmente, esta misma semana el director del Centro Nacional de Inteligencia, el general Félix Sanz Roldán, ha comparecido en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso para informar del espionaje e intentar convencer a los grupos parlamentarios de que el CNI no ha colaborado con la NSA en la monitorización de las comunicaciones del país, asegurando además que el Presidente del Gobierno no ha sido espiado. No obstante, no ha afirmado ni desmentido que la NSA haya operado en suelo español de forma ilegal ni si tampoco ésta ha empleado PRISM para monitorizar las comunicaciones del país, algo que es altamente probable que se haya producido pero es casi imposible de demostrar, a menos que no sea con nuevas filtraciones.

Nuestro ejecutivo ha tomado el camino de la inconcreción, la evasión, el absurdo juego de encuadrar el espionaje en tiempos pretéritos y la utópica solicitud de no ser espiados cuando las reglas no escritas de las relaciones internacionales, el sentido común y la prudencia invitaban a un silencio reflexivo desde el cual poder llevar a cabo una gestión lo menos traumática posible de nuestra «Hora Snowden».

Todo lo que rodea a nuestra «Hora Snowden» se ha convertido en una hoja que nos impide ver el bosque. Un bosque que debe crecer sobre el reconocimiento de la importancia estratégica del ciberespacio para el desarrollo social, económico, cultural y político, así como para la seguridad y defensa de nuestro país desde la comprensión del problema y la máxima determinación política.

Autor: Guillem Colom, Director de THIBER, the cybersecurity think tank

Posted on 11 noviembre, 2013 in Uncategorized

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