La tercera estrategia de compensación estadounidense

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El pasado septiembre, el Secretario de Defensa estadounidense Chuck Hagel sentó las bases de la Tercera Estrategia de Compensación. Enfocada a explotar las capacidades tecnológicas del país, esta iniciativa pretende incrementar la brecha militar entre Estados Unidos y sus competidores y garantizar la proyección del poder en cualquier punto del globo con independencia de las estrategias anti-acceso y de negación de área (A2/AD) enemigas.

Esta estrategia será la gran herencia de Chuck Hagel tras su fugaz paso por el Pentágono porque su conquista no sólo articulará el planeamiento militar norteamericano durante los próximos años; sino que podría motivar el logro de una nueva Revolución en los Asuntos Militares (RMA). Para ello, esta estrategia pretende:

  • Combinar las capacidades en servicio con el desarrollo de nuevas capacidades que permitan al país combatir en toda la gama de las operaciones en múltiples teatros de operaciones de forma concurrente.
  • Reducir la dependencia de las bases navales, aéreas y terrestres avanzadas.
  • Protegerse de la pérdida o degradación de los satélites.
  • Explotar la capacidad de ataque estratégico de precisión para amenazar cualquier objetivo enemigo dentro o fuera del teatro de operaciones.
  • Explotación las áreas tecnológico-militares en las que Washington posee un claro liderazgo y donde sus adversarios todavía carecen del know-how necesario.
  • Valerse de las alianzas para conseguir un mejor posicionamiento estratégico y compartir los costes y responsabilidades de la defensa regional.

Teniendo en cuenta lo expuesto en este mismo foro, tal y como sugiere la Revisión Cuatrienal de la Defensa de 2014 y plantea abiertamente el Panel de Defensa Nacional, las fuerzas armadas del país tal y como están organizadas no pueden combatir en dos guerras que estallaran simultáneamente, por lo que serían incapaces de satisfacer los objetivos de defensa nacional. Si a ello se le añade que la estructura de fuerzas para 2019 será más pequeña que el actual pero con un catálogo de capacidades similar, que los medios A2/AD de los adversarios habrán madurado y que los ejércitos del país deberán participar en una amplia gama de contingencias, es evidente que Washington necesita un nuevo enfoque para proyectar el poder y satisfacer con un ejército más pequeño un mayor número de cometidos.

Igualmente, porque la ventaja estratégica que proporcionó la RMA de la información está llegando a su fin puesto que los adversarios de Estados Unidos no sólo se están dotando de las capacidades tecnológico-militares vinculadas con esta revolución (sistemas C4ISTAR para digitalizar el campo de batalla, armas inteligentes para batir con precisión los objetivos enemigos y plataformas furtivas o no-tripuladas para entrar en áreas de riesgo); sino que también están desarrollando medidas específicas –las estrategias A2/AD– para impedir que Estados Unidos proyecte su poder. Más específicamente, las fuerzas armadas norteamericanas se enfrentan a cuatro problemas operativos:

  • La creciente vulnerabilidad de la instalaciones (puertos, aeropuertos o bases) situadas en las regiones avanzadas compromete el actual modelo de presencia y proyección del poder.
  • Los adversarios se están dotando de medios C4ISTAR para detectar, identificar y seguir los movimientos de los buques de superficie desde grandes distancias y están adquiriendo misiles anti-buque para destruirlos antes de alcanzar la costa.
  • Los aviones no-furtivos –que representan el grueso de la flota americana– son cada vez más vulnerables a los sistemas antiaéreos enemigos.
  • Los sistemas espaciales –y con ello las capacidades que éstos proporcionan, desde geolocalización y navegación a inteligencia o comunicaciones– son cada vez más vulnerables a ataques físicos o cibernéticos.

En otras palabras, la difusión de las tecnologías de la información junto con el desarrollo de capacidades A2/AD comprometen el tradicional modelo de presencia y proyección militar estadounidense que hemos visto en la mayoría de las campañas bélicas en las que este país ha participado.

Si Estados Unidos no puede garantizar el logro de sus objetivos de defensa nacional ni tampoco proyectar su poder a cualquier punto del planeta, es probable que sus aliados –en especial aquellos situados en Asia-Pacífico u Oriente Medio– cuestionen su capacidad para defenderlos. Ello podría desestabilizar estas regiones al provocar nuevas carreras armamentísticas, facilitar la proliferación nuclear e incluso transformar el sistema de alianzas.

Todos estos elementos han mediado para que el Pentágono lance esta tercera estrategia de compensación. Fundamentada en las capacidades tecnológicas del país, encaminada a garantizar la capacidad de acceso a cualquier punto del globo con independencia de las medidas A2/AD enemigas y orientada tanto a incrementar el vínculo con sus aliados y socios como forzar a los potenciales competidores a iniciar una nueva carrera de armamentos que sus complejos militares-industriales posiblemente no podrán seguir, la consecución de esta tercera compensación no sólo motivará el desarrollo de nuevos conceptos operativos, nuevas capacidades militares y nuevos estilos de planear y conducir las operaciones; sino también revitalizar los debates acerca de una nueva RMA. No obstante, todavía quedan demasiadas preguntas por responder, como la no-inclusión en esta estrategia de las armas hipersónicas que permitirían apoyar la capacidad de ataque estratégico del país, las enormes similitudes que ésta tiene con los planes transformadores del denostado Donald Rumsfeld y las propuestas del fenecido Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, los complejos equilibrios entre las viejas y las nuevas capacidades, la integración de las lecciones aprendidas de una década de guerra contra el terror y operaciones de baja y media intensidad contra adversarios irregulares e híbridos, o la creencia que la calidad siempre sustituye a la cantidad.

La posible composición, las tecnologías vinculadas y los cambios planteados en la arquitectura de defensa estadounidense serán analizadas en un próximo post.

AUTOR: Guillem Colom Piella es Profesor de Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide y Director de THIBER

Posted on 15 febrero, 2015 in Defensa, Seguridad

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